sábado, 12 de junio de 2010

Algunos poemas surrelistas



El mundo

En el salón dde madamedes Ricichets
Los espejos son semillas de rocío prensadas
La consola está hecha de un brazo entre yedra
Y la alfombra muere lo mismo que las olas
En el salón de madame de Ricochets
El té de luna se sirve en huevos de chotacabras
Las cortinas adulan el deshielo de las nieves
Y el piano de perspectiva perdida ensombrece en un bloque
entre el nácar

En el salón de madame des Ricochets
Lámparas vulgares bajo hojas de álamo
Inquietan a la chimenea de escamas de armadillo
Cuando madame des Ricochets llama
Las puertas se rajan para dar paso a las criadas en columpios.


André Bretón.





En el sueño nunca brilla la sangre

Encontrar al fin la inocencia en una noche sin término
Sin pensar en el día que no volverá
Ni en el gavilán que no logrará despertarte.

Yo te persigo en todas las vías que conducen a tu locura
A tu locura de amar a siete leguas a la redonda
Que es la luz que se petrifica en la sangre
O en el caos
En su loca aventura de los placeres
Que acuden a tu frente
Donde finalmente
La sangre recupera su inocencia
y su eterna soledad.

Enrique Gómez-Correa.



La Misma puerta

La puerta cautivada
en el pantano,
la puerta palomar,
la puerta gaseosa,
la puerta del placer
que yo golpeo,
la puerta del abismo,

la puerta que se abre
hacia una mujer,
hacia un secreto.
Puerta de lámpara,
interior y exterior
del pensamiento.

En esa puerta
con un reflejo de fantasma,
en ella todo es vida,
todo está inmóvil:
sólo tu amor navega
por el cuarto.

¡ Abrid, heridme !
Sueño, mujer, amor y pensamiento
¡ Herid, abridme !
Quiero pasar la noche
mirándote girar
hacia el amanecer.



Braulio Arenas.

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